6.8.08

¡Lo soñé!, Cabrón, ¡lo soñé!

Los cocodrilos vierten lágrimas cuando devoran a sus víctimas.
He ahí su sabiduría.
Sir Francis Bacon

Que difícil pasear en estos días por la calle. Pasear sin importar nada. Imposible caminar sin que un amigo, conocido o alguien que esta repartiendo folletos, qué, después de los saludos inevitables, te pregunte con que estás de acuerdo. Te preguntan como si te preguntaran la hora, el clima o la alineación de Tombuctú en las eliminatorias mundialistas. Me preocupan estas preguntas.
Me preocupa la necesidad de estar a favor o en contra de:
izquierda o derecha
fidelidad o cuernos
pasto o pasta
maradona o pelé
the police o Sting
Omar bravo o kikin
Lado A o lado B
loquesea (equipo a) o loquesea (equipo b)

Intenté pasear por los adoquines de la ciudad; no me salvé de las preguntas. En el tramo de una cuadra cuatro personas me preguntaron lo mismo. Fastidiado decidí olvidar el paseo. Yo sólo quería disfrutar un café. Di media vuelta y me enfilé rumbo a la casa sin poder, ni querer, decidir por qué o quién.

Pensar caminando es peligroso. Lo supe cuando una rama se me atravesó en el camino. Probé el suelo y mis pensamientos quedaron revueltos. El dolor intenso de la frente era el mismo que el dolor de mi orgullo al oír a dos mujercitas (púberes princesitas de pantalones ajustados) reírse de mi a carcajadas. El dolor y la vergüenza juntos.
Ya en el suelo, tratando de recomponerme, unas lágrimas empezaron a caer en mis abultadas mejillas al mismo tiempo que el hipotálamo lateral empezaba a producir estímulos vágales, es decir, me empezó a dar hambre. Levante mi osezno cuerpo junto con mi orgullo roto decidido a buscar un postre. El llanto crecía. El hambre también. Buscaba, disimulando mi llanto, un panquecillo, dona o un chocolatito, lo que fuera. Por fin conseguí un pie de limón y empecé a devorarlo, llorando a moco tendido. Casi al terminar el pie, el dolor había desaparecido, pero seguí fingiendo el llanto hasta el último bocado. Me limpie mis lágrimas y mi boca al mismo tiempo.

Casi feliz, emprendí el regreso a casa. Caminé unos pocos pasos y sin darme cuenta estaba silbando el jingle de mi refresco favorito, signo inequívoco que estaba ya feliz por completo. Sin molestarme en pensar en nada, llegué a la casa justo a tiempo para ver el resumen del mundial de Alemania. Tranquilo y, lo mejor de todo, sin pensamientos estúpidos y sin decisiones que tomar, me acomodé en el sillón, tome el control remoto y empecé a disfrutar los atinados comentarios de Valdano y de Cesar Luis Menotti. Agotado por el dolor, la vergüenza y las lágrimas, me quedé dormido con la televisión encendida.

Desperté sonriendo. Soñé que México era campeón del mundo.


Charlie A. Secas
24 de junio de 2006 (México – Argentina. Octavos de final. Minuto 8:59 del primer tiempo)

1 comentario:

JBF mx dijo...

¿Cómo? ¿tú también lo soñaste?