de tanta sed
mis ojos economizan llanto.
Cambio de piel
en cada vuelta de esquina.
Ahora soy un pez
que abre la boca
en espera de morder el anzuelo
(tus caderas son el más eficaz de los señuelos).
Ya en casa,
sin escamas, sin plumas,
soy el mismo de siempre:
el que retorna a la infamia
del espacio que sobra al dormirme.
Charly A. Secas
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